La placenta, que está unida al feto mediante el cordón umbilical, es un órgano que se desarrolla durante el embarazo y que cumple la función de nutrir y dar oxígeno al feto mientras crece dentro del útero de la madre.
Comienza a formarse a partir de la segunda semana de fecundación y sigue creciendo hasta el tercer o cuarto mes. Después sufrirá algunos pequeños cambios hasta el final del embarazo.
La placenta tiene además la función de barrera para que microorganismos no lleguen al feto, aunque si es posible que los virus la atraviesen, así como las drogas y muchos medicamentos.
Por qué se hace vieja la placenta
La vida de la placenta es de unas 42 semanas y durante este tiempo tiene el poder de regenerarse. Está compuesta de vellosidades coriales que forman ovillos. Cada ovillo contiene una arteria espiralada para recibir la sangre de la madre. Un grupo de ovillos forman un cotiledón placentario. Una placenta madura y en buen funcionamiento tiene unos 20 cotiledones placentarios.
Al comienzo de la gestación la placenta contiene vellosidades inmaduras y maduras. Las inmaduras tienen la propiedad de poder producir nuevos brotes de vellosidades cuando las maduras no funcionan correctamente. Las vellosidades maduras son más largas que las inmaduras, por lo que permiten una mayor absorción de oxígeno y nutrientes.
Al final del embarazo ya no hay poder de regeneración, por lo que todas las vellosidades son maduras. Si algunas de ellas no funcionan de manera correcta, entonces el bebé no recibe el suficiente oxígeno y nutrientes. Cuando esto ocurre se dice que la placenta sufre envejecimiento.
Lo normal es que el envejecimiento placentario ocurra al final del embarazo, pero también puede presentarse de manera temprana debido a complicaciones como preeclampsia.
Puede detectarse mediante pruebas, monitoreo fetal electrónico y un estudio llamado ecodoppler fetal. Si el bebé no está creciendo de manera adecuada, entonces se cree que la placenta no está funcionando correctamente.