El momento del parto -dar a luz, alumbrar ó como queramos nombrar este momento- no es sólo un hecho físico que comienza con las contracciones uterinas y termina con el nacimiento del bebé y el desprendimiento de la placenta. El parto para la mujer es también una experiencia emocional muy intensa y quizás de los momentos más trascendentales y que más huella generan en la vida de una mujer. Un parto puede también ser un momento de aprendizaje: nos muestra nuestra valentía, nuestros miedos, nuestra ternura, nuestro coraje….Por ello, la preparación para este momento no sólo incluye prepararse físicamente con ejercicios de respiración ó tener todo listo para la llegada del bebé. Por la relevancia que adquiere este hecho en nuestra vida, requiere que tomemos un tiempo y reflexionemos cómo, dónde, asistidas por y rodeadas de quienes queremos llegar a este momento.
Existen muchas clases de parto como: parto natural, parto inducido con ó sin epidural, cesárea, parto en casa, partos en el agua, en cunclillas, en vertical… cualquiera que se elija lo importante es estar bien informados de los pros y contras de cada una de estas prácticas y lo más importante es que la elección responda a la propia necesidad y personalidad de los padres, de tal forma que el parto se convierta verdaderamente en una experiencia única, personal, un parto respetuoso y que propicie un encuentro amoroso con nuestro hijo.
Lo que sucede hoy en día en las instituciones médicas es que la atención es masificada, estandarizada y se considera poco o nada los aspectos emocionales. Los partos tienden a ser parecidos en cuanto a duración, dolor y “resultados”. Casi todas las decisiones se toman en función de acabar lo más pronto posible. Rápido se ha convertido en mejor. También prevalece la intención de esquivar el dolor. Por ello, los partos inducidos, ya sea por el uso muchas veces innecesario de la cesárea ó el uso del goteo por rutina después de estar internada y que no se dilate lo suficiente, se han convertido en práctica habitual, de tal forma que las mujeres no nos cuestionamos si fuimos protagonistas de nuestro parto o meras espectadoras.
Nos cuestionamos en realidad muy poco acerca de las prácticas médicas que nos permitan discernir entre lo que es necesario hacer y lo que es imprescindible, por ejemplo con respecto al uso tan extendido de la cesárea, muchas de ellas innecesarias ya sea por comodidad tanto de las propias pacientes como de los profesionales, por dinero, por prisa de terminar pronto, han hecho que incluso esta practica se banalice.
Deberíamos preguntarnos por qué un parto rápido es un parto mejor. O quién tiene tanta prisa. Todos los libros de obstetricia consideran la fecha probable de parto en la semana 40 más/menos 15 días, es decir, que la fecha probable de parto va desde la semana 38 hasta la semana 42.
Otra cuestión que debemos plantearnos es acerca del miedo al dolor. Es verdad que un parto puede ser doloroso, largo, cansado ó complicado, no obstante, muchos de los aprendizajes mas importantes de nuestra vida han estado ligados de alguna ú otra forma al dolor, es decir, el dolor nos conduce a otros aspectos de nuestra persona, nos permite desligarnos del mundo pensante, olvidarnos de la forma, de lo correcto. El dolor nos puede llevar de la mano al mundo sutil, allí donde el bebé reside y se conecta con nosotras.
Si la mujer se siente respetada, contenida, acompañada por ejemplo: tiene libertad de expresar el dolor como lo sienta: gritando, llorando, quejándose, tiene libertad de movimiento, no se le mete prisa permitiendo una progresión natural del proceso, entonces puede ser participe del propio parto, se vive mucho más próximo: íntimo, personal, único y se sale mucho mas fortalecida.
Elaborado por: Katy Gutiérrez Herrera
Psicóloga y Educadora de Masajes para bebés
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